Introducción: No, no es solo falta de voluntad

Seguro que alguna vez te has preguntado: «¿Por qué narices no puedo comer normal como el resto del mundo?» Tal vez has intentado mil regímenes, has seguido consejos contradictorios y, a pesar de todo, sientes que tu relación con la comida sigue siendo un desastre. Y aquí viene el giro de guion: el problema no eres tú, sino toda la basura que nos han metido en la cabeza sobre alimentación, cuerpo y control.

En esta entrada vamos a desentrañar por qué nos cuesta tanto «comer normal» y, lo más importante, cómo empezar a sanar nuestra relación con la comida.

El problema de fondo: La cultura de la dieta nos ha jorobado bien

Desde pequeños, nos han enseñado que la comida tiene moral. Que hay alimentos «buenos» y «malos», que el hambre se puede ignorar con fuerza de voluntad y que «un minuto en la boca, toda la vida en las caderas». Un horror, vamos.

¿El resultado? Una relación tóxica con la comida en la que oscilamos entre el control extremo y el descontrol total. Y así nos metemos en el típico bucle infernal:

  1. Restricción: «Esta semana como súper sano, nada de dulces ni hidratos.»
  2. Deseo: «Dios, mato por un trozo de chocolate.»
  3. Pérdida de control: «Bueno, uno… Uy, ya que estoy, acabo con la tableta.»
  4. Culpa y castigo: «Soy un desastre, mañana empiezo de cero con la dieta.»

Y vuelta a empezar. ¿Te suena?

Claves para empezar a sanar tu relación con la comida

Si te has sentido identificado, relax, que esto tiene solución. Aquí tienes algunas claves para empezar a romper con la cultura de dieta y aprender a comer sin culpa.

1. Comer con permiso

La comida NO es tu enemiga. La restricción solo lleva al descontrol. ¿Cuántas veces te has prohibido algo y luego te lo has comido en cantidades absurdas? Exacto. Cuando te permites comer de todo, dejas de obsesionarte y la comida pierde su «poder» sobre ti. Pero recuerda no se trata de como puedo comer de todo, me lo como todo, aunque al principio puede pasar. Es solamente que no me prohíbo algo que me gusta.

Ejercicio: Haz una lista de alimentos que te prohíbes y empieza a incorporarlos poco a poco en tus comidas «normales». Observa qué pasa.

2. Aprender a identificar el hambre emocional

No siempre comemos por hambre real. A veces comemos por aburrimiento, estrés o tristeza. Y no pasa nada, pero está bien saber distinguir entre el hambre física y el hambre emocional.

Ejercicio: Antes de lanzarte a por algo de comer, pregúntate:
¿Tengo hambre de verdad o estoy buscando consuelo en la comida?
Si es lo segundo, prueba otra estrategia antes de comer (dar un paseo, escribir, ponerte música…).

3. Mandar la culpa a freír espárragos

Comer no es un acto moral. No eres mejor persona por comer ensalada ni peor por comer pizza. La comida es solo comida. Punto.

Ejercicio: Cada vez que te sientas culpable por comer algo, repite esto:
«Mi valor no depende de lo que como. Puedo disfrutar sin culpa.»

4. Reconectar con tu cuerpo

Tu cuerpo sabe lo que necesita, pero después de años de regimenes, control y normas externas, hemos desconectado de sus señales. Toca reaprender a escucharle.

Ejercicio: Practica el mindful eating: come sin distracciones, mastica despacio y pregúntate cómo te sientes durante y después de comer.

Conclusión: Comer sin culpa es posible

Sanar tu relación con la comida no es ni fácil ni rápido, pero es posible. Y lo mejor es que no necesitas un nuevo regimen mágico, sino cambiar la forma en que te relacionas con los alimentos y contigo mismo.

¿Te has sentido identificado con lo que cuento? ¡Cuéntamelo en comentarios! Y si crees que necesitas ayuda profesional, recuerda que en mi consulta podemos trabajar juntos para que la comida deje de ser un campo de batalla.

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