Imagina esto: llegas a casa, te pones el pijama más cómodo que tienes, enciendes Netflix y ahí está: el último documental de true crime. Lo empiezas “solo por curiosidad” y, antes de que te des cuenta, estás en el capítulo cinco, intentando resolver el caso como si fueras una mezcla de Sherlock Holmes y tu vecina cotilla.

¿Por qué nos gusta tanto el true crime? ¿Qué hay en esos relatos de asesinatos, misterios y juicios que nos engancha más que un cliffhanger de telenovela? Spoiler: tiene todo que ver con cómo funciona nuestra cabecita.

El morbo de lo prohibido: el cerebro y el peligro a distancia

Nuestro cerebro es un chismoso de campeonato, y el true crime le da un buffet libre de emociones intensas sin ponerlo en peligro real. Es como subirse a una montaña rusa: te da la adrenalina, pero sabes que no te vas a estrellar.

Cuando escuchamos o vemos historias de crímenes:

  • Se activa la amígdala, la parte del cerebro que responde al miedo.
  • Al mismo tiempo, la corteza prefrontal (que nos dice: “tranqui, esto no es real”) nos permite disfrutarlo sin morirnos de susto.

En resumen, es una forma de experimentar peligro desde el confort del sofá.

Nos encanta intentar resolver el misterio

Reconócelo: cada vez que ves un documental de true crime, tienes una libretita mental donde apuntas tus teorías. “Seguro que fue el vecino”, “esos mensajes de texto son muy raros”, o “¡yo ya sabía que la coartada no cuadraba!”.

El true crime estimula nuestra necesidad de resolver problemas. Somos animales curiosos por naturaleza, y entender el “por qué” detrás de un crimen es un rompecabezas mental que nos mantiene enganchados.

Además, está el factor “yo nunca haría eso”, que nos permite analizar nuestras propias decisiones y reafirmarnos en que, efectivamente, somos mejores personas que el asesino de turno.

La conexión emocional: víctimas y villanos

Los buenos relatos de true crime saben cómo tocarte la fibra sensible. Te encariñas con las víctimas, te indignas con el sistema judicial y te da un poco de rabia lo bien que se le da mentir al villano.

Estas historias nos hacen conectar con nuestras emociones más profundas:

  • Empatía: Sentimos el dolor de las víctimas y sus familias.
  • Indignación: Nos hierve la sangre cuando un culpable se libra por un tecnicismo legal.
  • Justicia: Queremos que todo se resuelva porque creemos en el orden y la justicia, aunque el mundo real a veces nos decepcione.

La psicología del «podría pasarme a mí»

Hay un motivo por el que muchas historias de true crime empiezan con algo cotidiano: una cita a ciegas, una excursión con amigos, un vecino amable… La sensación de “esto podría pasarme a mí” crea una conexión directa con el espectador.

Nuestro cerebro se pone en modo “prevención de riesgos”. Tomamos nota mental de lo que NO debemos hacer:

  • No abrir la puerta a desconocidos.
  • No confiar en ese chico demasiado perfecto de Tinder.
  • Y, por supuesto, no entrar nunca al sótano oscuro.

¿Lo mejor? Aunque nos prometamos ser más cautos, seguimos viendo más y más casos.

Un poco de contexto histórico: el true crime no es nuevo

Antes de que existieran los podcasts y Netflix, ya éramos fans del true crime. Los periódicos del siglo XIX publicaban crónicas de crímenes que vendían más que el pan recién hecho. Y no nos olvidemos de las novelas de Agatha Christie o Conan Doyle, que sentaron las bases de nuestra obsesión por resolver misterios.

Hoy, con los documentales, las series y los podcasts, el true crime es más accesible que nunca. Además, los algoritmos saben que nos gusta y nos lo sirven en bandeja.

¿Es malo que nos guste el true crime?

Depende. Si lo consumes con moderación y sin obsesionarte, es un entretenimiento más. Pero ojo:

  • Si empiezas a ver peligro en todas partes, quizá es momento de hacer una pausa.
  • Si empatizas demasiado con las víctimas o te angustian las historias, también conviene tomar distancia.

Al final, como todo, el equilibrio es clave.

Conclusión: no estás solo (en tu obsesión)

Si te encanta el true crime, no eres raro: eres humano. Nuestro cerebro está diseñado para buscar historias emocionantes, resolver misterios y, de paso, aprender algo sobre cómo evitar peligros. Si os interesa saber porqué sobretodo nos gusta este genero a las mujeres decirmelo y en una entrada próxima os lo cuento.

Eso sí, la próxima vez que veas una serie de true crime, recuerda: detrás de cada historia hay personas reales. Así que disfruta del drama, pero con respeto. Y si sientes que algo te está removiendo demasiado, no pasa nada por hablarlo. Ya sabes dónde encontrarme.

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