¿Te ha pasado que abres una bolsa de galletas «para picar un poquito» mientras ves tu serie favorita y, cuando te das cuenta, las galletas han desaparecido? Como si un duendecillo hambriento las hubiera devorado. Y claro, el duendecillo eres tú, pero no te culpes: esto tiene mucho más que ver con cómo nuestro cerebro funciona que con tu fuerza de voluntad.

Hoy quiero hablarte de un tema que a muchas personas les toca la fibra sensible: los atracones emocionales. Ese momento en el que la comida se convierte en nuestro refugio, nuestro escape o, como yo digo, en nuestra “tirita emocional”. Pero tranquilo/a, porque no estás solo/a, y lo mejor de todo es que hay formas de gestionarlo.

Qué son los atracones emocionales

Antes de nada, aclaremos de qué estamos hablando. Un atracón emocional es cuando usamos la comida no para satisfacer el hambre física, sino para gestionar emociones. No importa si acabas de cenar, si realmente no tienes hambre o si estás lleno. En ese momento, el cuerpo no te pide nutrientes, sino un abrazo en forma de chocolate, pizza o helado.

Y ojo, no es lo mismo tener hambre física que hambre emocional. Te lo explico:

  • Hambre física: Aparece poco a poco, puedes comer cualquier cosa y, cuando estás lleno/a, tu cuerpo dice: “Listo, gracias”.
  • Hambre emocional: Llega de golpe, tiene antojos muy específicos (“necesito chocolate o muero”) y, aunque comas, no se satisface porque la comida no está llenando el vacío real.

Por qué ocurren los atracones emocionales

Nuestro cerebro es una máquina maravillosa, pero también muy básica en algunos aspectos. Cuando sentimos estrés, tristeza, aburrimiento o cualquier emoción desagradable, busca una solución rápida para quitarnos ese malestar, al tío le encanta vivir bien y cómodo. Y ¡voilà! Aparece la comida, porque estímulos como el azúcar o las grasas generan un subidón de dopamina que nos hace sentir mejor… al menos por un rato, pensar que desde que nacemos la comida es cuidado, protección y amor.

Ejemplo práctico: Has tenido un día horrible en el trabajo, llegas a casa agotado/a y piensas: “Me merezco una recompensa”. Y, sin darte cuenta, te encuentras con la nevera abierta y una caja de galletas vacía en la encimera.

Pero no te castigues. No es falta de control ni debilidad. Es tu cerebro intentando cuidarte a su manera, aunque a veces sea un poco torpe

Primeros pasos para gestionar los atracones

Ahora viene lo interesante: ¿qué podemos hacer? Aquí te dejo algunos pasos sencillos y prácticos:

1. Haz una pausa

Cuando sientas ese impulso de comer sin hambre, intenta parar por un momento. Pregúntate: “¿Qué siento realmente?” Puede ser tristeza, aburrimiento, soledad… A veces, solo identificar la emoción ya ayuda a calmarla. Dime si conoces la rueda de las emociones, y sino te la enseño en una próxima entrada.

2. Prueba el ejercicio del semáforo

  • Rojo: Detente. No actúes por impulso.
  • Amarillo: Reflexiona. ¿De verdad tengo hambre? ¿O estoy buscando consuelo?
  • Verde: Decide. Si realmente tienes hambre, come algo que te nutra. Si es emocional, busca otra forma de cuidarte (como dar un paseo, llamar a un amigo o escribir lo que sientes). En un principio incluso podrías hacer una combinación de las dos cosas.

3. Lleva un registro emocional

Coge un cuaderno o una app en el móvil y anota:

  • Qué estás sintiendo antes de comer.
  • Qué comes.
  • Cómo te sientes después.

Este ejercicio te ayudará a identificar patrones y entender mejor tus emociones. En esta ocasión te regalo yo una plantilla que podría serte útil para empezar, pincha aquí abajo y descárgalo. Espero que te guste.

Descarga Diario Emocional

4. Busca alternativas para gestionar tus emociones

La comida no es el enemigo, pero tampoco debe ser la única solución. Prueba a calmarte con otras herramientas:

  • Practica la respiración consciente.
  • Ponte tu canción favorita y baila como si estuvieras loca y nadie te viera.
  • Dedica 10 minutos a escribir lo que te pasa por la cabeza.

No te olvides: esto es un proceso

Empezar a gestionar los atracones emocionales no es algo que ocurra de la noche a la mañana. Y, spoiler, no se trata de dejar de disfrutar de la comida, sino de aprender a escuchar lo que realmente necesitas. A veces será un plato de macarrones, y otras será un abrazo, una charla o un rato de calma.

Recuerda que estas herramientas son un primer paso. Si sientes que necesitas ayuda para profundizar en este tema, la terapia es un lugar seguro donde trabajar todo esto. Aquí estamos para acompañarte.

Así que ya sabes, la próxima vez que el duendecillo de las galletas haga acto de presencia, dale las gracias por intentar cuidarte, pero prueba a escuchar qué es lo que realmente necesitas.

¿Te animas a intentarlo? ¡Te leo en comentarios!

Publicaciones Similares

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *